A lo largo del año, podemos presenciar el paso de las estaciones al ver cómo se van modificando las condiciones climáticas dependiendo de la época del año en la que nos encontremos.
Este año, por ejemplo, recibiremos el solsticio de invierno el día 21 de diciembre, fecha que determina el inicio de la estación invernal. Y aunque es un momento específico del año que podemos ubicar claramente, no siempre cae en la misma fecha.
El solsticio de invierno es posible de entender gracias al conocimiento que tenemos sobre los movimientos de la tierra. Como sabemos, ésta gira en órbita alrededor del sol, que al ser de forma elíptica, permite que haya momentos en los que la tierra está más alejada de él. Sin embargo, la rotación de la tierra alrededor del gran astro no es lo único que influye para determinar las estaciones del año, pues otro factor determinante es la inclinación de la tierra.
Ésta gira sobre su propio eje, el que se encuentra inclinado aproximadamente 23.4° con respecto a la línea del ecuador, lo que permite que dependiendo de la posición de la tierra, el hemisferio Norte reciba más radiación solar que el hemisferio sur, y al llegar al lado opuesto de la órbita, sea el hemisferio Sur el que reciba más radiación solar.
La posición de la tierra y su grado de inclinación son fundamentales para entender que el hemisferio Norte y el Sur no tienen las mismas estaciones del año, al mismo tiempo.
Por ejemplo, países como Australia, Argentina y Brasil que se ubican en el hemisferio Sur, se encuentran en verano durante el mes de diciembre; mientras que países como México, Estados Unidos, Canadá y España, pertenecientes al Hemisferio Norte, reciben la navidad en invierno.
Es importante conocer el comportamiento de la tierra con respecto a su movimiento en el sistema solar, para poder adaptarnos como sociedad a los cambios estacionales y más aún, adaptar nuestros procesos agrícolas de todo el año, los que son la base de la sustentabilidad alimentaria.
Determinar cuáles cultivos son propios de cada estación y territorio, mejora enormemente la capacidad de asegurar la viabilidad de los cultivos y por ende, verificar que la seguridad alimentaria de los países no se vea comprometida.
Es por ello que la llegada de los solsticios de invierno y de verano, son de gran importancia para la agricultura de todo el mundo.
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